SAN ESTEBAN REY, DE HUNGRÍA
Fue
bautizado por San Adalberto. Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos
que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica,
por todo el país y acabar la idolatría y las falsas religiones, y había
organizado la nación en varios obispados, envió al obispo principal San
Astrik a Roma, a obtener del Papa Silvestre II, aprobación para los
obispados y, que le concediera el título de rey.
El Santo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envió una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría.
El cariño del rey por la religión católica era inmenso. Su devoción por
la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantó templos en su honor y
la invocaba en todos sus momentos difíciles.
La cantidad de limosnas
que este santo rey repartía era tan extraordinaria que la gente
exclamaba: "Ahora sí, se van a acabar los pobres". Para conocer la
terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo
albañil y salía de noche por las calles a repartir ayuda. La gente, al
ver su modo tan admirable de practicar la religión, decían: El rey
Esteban convierte más personas con buenos ejemplos que con sus leyes o
palabras.
Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas
enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más. El
15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por
él, expiró santamente.
A los 45 años de su muerte, el Santo
Pontífice permitió que lo invocaran como santo y, en su sepulcro se
obraron admirables milagros.
Tomado de EWTN
El Santo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envió una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría.
El cariño del rey por la religión católica era inmenso. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantó templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles.
La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria que la gente exclamaba: "Ahora sí, se van a acabar los pobres". Para conocer la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a repartir ayuda. La gente, al ver su modo tan admirable de practicar la religión, decían: El rey Esteban convierte más personas con buenos ejemplos que con sus leyes o palabras.
Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más. El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente.
A los 45 años de su muerte, el Santo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y, en su sepulcro se obraron admirables milagros.
Tomado de EWTN
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