SAN AGUSTÍN DE HIPONA
Nació en Tagaste (norte de África, hoy Argelia), en el año 354. Su padre pagano que al final de su vida se convirtió, su madre, Mónica, una devota cristiana. Fue educado en la fe de su madre. Hasta los once años permaneció en Tagaste y asiste a la escuela del pueblo, más tarde se traslada a Cartago para concluir su preparación académica. A los veinte años regresa a su ciudad natal, como profesor de gramática. Es un excelente maestro, también un comprometido proselitísta maniqueo. Cuando su madre sabe que se ha alejado de la fe en Cristo, le prohíbe comer en su mesa y dormir en su casa.
Agustin regresa de nuevo a Cartago y decide enseñar Retórica, le acompañan algunos de sus alumnos. Durante estos años se dedica a la lectura y escribir. Con 26 años publica su primer libro.
En Roma consigue abrir una escuela, al año siguiente marchaba a Milán. Se presenta a concurso de oposición y gana la cátedra imperial de Retórica de esa ciudad. Llamado el profesor africano, comienza a visitar asiduamente, la catedral de la ciudad, atraído por la fama del obispo Ambrosio, gran orador.
Por fin, la paz de un jardín y las palabras de la Santa Biblia (Rom.13:13) dan a San Agustín el empujón que necesitaba para convertirse en un "hombre nuevo". Él mismo ilustra esta profunda experiencia: "Al terminar de leer, sentí en mi corazón como una luz de serenidad que disipó todas las tinieblas de mi vacilación".
Decide abandonar la enseñanza y se retira, con sus amigos a una hacienda, allí, descansa, reflexiona, escribe y comparte su preparación para el bautismo que recibe al llegar la Pascua del año 387 de manos del obispo Ambrosio.
Después de la muerte de su madre, se dirige a su pueblo natal, reparte su herencia entre los necesitados y funda un monasterio donde convive con los amigos que le habían acompañado. Su fama de hombre sabio se extiende y se convierte en el "consejero" de muchas personas, inclusive, de otros países del mundo romano.
En el año 391 viaja a Hipona para visitar a un amigo. Estando en la Iglesia de la ciudad, los fieles le reconocen y piden al obispo Valerio que le haga sacerdote. Su acción pastoral a favor de los necesitados, el brillo de su predicación y la sabiduría de sus escritos, marcan un camino que la Iglesia siguió durante más de 16 siglos.
Sus escritos lo convierten en uno de los más importantes filósofos de la antigüedad, especialmente el de las Confesiones
Falleció en Hipona el 28 de Agosto del año 430.
Tomado de Biografías
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